Hace pocas fechas, un alumno nos contaba su experiencia en una empresa,
en su periodo de prácticas-FCT, último tramo de su formación en el centro y,
con gran sentido común, nos mostraba su extrañeza ante la
“actitud”, nada
adecuada a su juicio, de algún compañero
que también hacía su FCT en la misma empresa. Aunque la tarea encomendada
encajaba perfectamente en su perfil profesional, el alumno en cuestión discutía con frecuencia diversos aspectos
relativos a sus cometidos, como la asignación y organización de tareas, o la carga de trabajo, llegando incluso
generar un cierto grado de tensión con el resto de trabajadores. Todo ello con
un cierto tono displicente, a veces casi irrespetuoso. Evidentemente, se trata
de un caso excepcional pero que nos sirve para llamar la atención sobre la importancia
de la actitud desde el primer contacto
con la empresa.
La actitud es un factor determinante para la contratación, desde el momento mismo de la entrevista y, no
digamos, para mantener el puesto de trabajo, una vez incorporado a la empresa. En los tiempos que corren, cuenta más la
actitud que la aptitud o, lo que es lo mismo, las empresas contratan más por la actitud que por la aptitud . Y también se despide más por la actitud que por
la aptitud.
Las empresas buscan personas
positivas, proactivas, constructivas, empáticas, amables, entusiastas, con
buena disposición a trabajar codo a codo con otras personas, con capacidad para
llevarse bien con los demás, e
incluso
para soportar cierta presión
y determinado nivel de estréss... Un entrevistador experimentado percibe estas
cualidades desde un primer momento, de modo que quien no da muestras
inequívocas de encajar en este perfil,
queda automáticamente excluido del proceso. Y la razón es muy simple; cualquier
persona puede aprender a hacer casi cualquier cosa en poco tiempo, pero cambiar
la actitud de alguien es mucho más difícil, a veces imposible.
Una vez conseguida ya
una primera contratación, hemos de demostrar que se ha acertado al contratarnos,
esto es, que las cualidades que el entrevistador detectó en el proceso de
selección, se corresponden efectivamente
con nuestro modo de ser y con nuestra forma habitual de comportarnos en el desarrollo de las tareas propias del
puesto de trabajo. Una actitud inadecuada
influye a más a la hora de tomar decisiones sobre permanencia en la empresa de un
trabajador que cualquier carencia de conocimientos o habilidades técnicas.