Hacía ya bastantes meses que habíamos enviado nuestro CV contestando a una oferta de trabajo y, desde entonces, no habíamos vuelto a tener noticia del asunto; ya casi ni nos acordábamos y habíamos perdido toda esperanza de recibir una respuesta.
Pero , de repente, una mañana nos suena el teléfono móvil, y nos recuerda que , algunos meses antes, nos interesamos por una determinada oferta de trabajo remitiendo un esmerado Currículum Vitae adjunto a nuestra solicitud de participación en el proceso de selección . Confirmamos nuestra identidad y manifestamos que ,efectivamente, en su día, nos dirigimos a esa empresa interesándonos por esa oferta. Quienes han padecido esta experiencia (cada vez más frecuente ) la refieren como una anécdota más bien desagradable.
Como es obvio el entrevistador trata de obtener, desde el otro lado del teléfono, una "primera impresión" a partir de la cual se tomará la decisión de emplazar o no al candidato potencial a una entrevista formal, días más tarde. Se trata de "filtrar" candidatos para que a la entrevista posterior, acudan aquellos que se consideran más aptos para el puesto, con el consiguiente ahorro de tiempo y recursos.
No es asunto fácil salir bien librado de semejante trance ; sobre todo si el Currículum Vitae que hicimos llegar en su momento a quienes ahora nos entrevistan, incluye algún que otro dato que no se corresponde rigurosamente con la realidad de nuestra trayectoria académica y/o profesional anterior.
Ademas de concretar aspectos de nuestro perfil académico y profesional que considere relevantes para el puesto a cubrir, el entrevistador procurará detectar la veracidad de algunos de los datos que puede leer en nuestro CV y que susciten también su interés.
La recomendación de no trufar nuestro CV haciendo uso de algo de imaginación, resulta especialmente útil en estos supuestos. Si la memoria nos traiciona y no respondemos adecuadamente a alguna pregunta relacionada con esos datos producto de un exceso de creatividad, la entrevista probablemente concluirá con una sensación cercana al ridículo.
A modo de ejemplo, si se nos ha ocurrido adornar nuestras cualidades haciendo referencia a un conocimiento medio del idioma inglés ( o, en el peor de los casos, "alto") es muy posible que la entrevista prosiga precisamente en inglés, dando lugar a una situación más bien incómoda en el supuesto de vernos obligados repetir algún que otro yes que nada tiene que ver con la pregunta formulada, ante la angustiosa imposibilidad de entender una sola palabra de lo que se nos dice, tras lo cual, el entrevistador pondrá inmediatamente término a la conversación, ante la evidencia de que nuestro nivel de inglés se asemeja al comúnmente conocido como "el de los indios de las películas".
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